El trabajo con los sueños - Conciencia Onírica

Los sueños nos ofrecen una visión distinta de la realidad

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Pero...  “¿Qué voy a conseguir con el trabajo con los sueños?”  ... Esta es una pregunta que a menudo me hacen los clientes. Tras este cuestionamiento, la mentalidad pragmática (heredera de la cultura patriarcal que subyace a nuestro “modus vivendi”) se plantea el “conseguir” algo con el objeto de experimentación , o sea ... lo que puedo conseguir conmigo mismo.

¿Qué conseguiríamos si aprendiéramos, tan solo, a escucharnos un poco más creativamente? y, la pregunta definitiva... ¿Qué aprenderíamos si aprendiéramos a acercarnos más a nosotros mismos?; porque yo creo en aquello de que “la distancia que mantengo conmigo mismo, es la distancia que me separa de ti.”  Bueno, ahí van unas cuestiones para reflexionar.

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Sabemos que hasta aproximadamente los 4 años, adjudicamos la misma cualidad de “realidad” a nuestras percepciones en el mundo de los sueños que a las de vigilia. Luego, a medida que nos hacemos mayores, pasamos al otro extremo, o  en el mejor de los casos,  a ignorar por pereza el mensaje de los sueños, a extrañarnos por ellos, o a buscar “agoreros“ que nos “garanticen” una respuesta inmediata del tipo: “¡Si señor, si sueña que le cae una maceta en la cabeza es que está a punto de tocarle la lotería”

Pero en realidad, el trabajo con los sueños tiene que ver con el autodescubrimiento, con el diálogo y la actualización de partes de nuestra experiencia vital no asimiladas, necesidades y expectativas no resueltas. Los sueños nos hablan más de nuestro día a día de lo que podamos imaginar, ocurre sin embargo que lo hace en su lenguaje, el del subconsciente.

La cuestión inicial no es tanto la consabida “he soñado con XXXX ¿qué significa?”, sino es más bien la de

- ¿Cómo reestablezco los lazos de unión con mi mundo onírico?
- ¿Cómo fortalezco este vínculo?

Porque... si no conozco mi propio sistema de símbolos (el mío, no el de mi vecino), es obvio que hay algo mío que me pierdo. Soy yo el que sueña, o al menos una parte mía. ¿Quién sueña si no mis sueños? o (acaso) “alguien o algo” nos sueña?.

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Si bien puede ser cierto que,  algunos símbolos,  pueden tener que ver con un substrato de significados colectivos, no lo es menos que, cuando emergen en la conciencia individual, tienen un mensaje concreto para el soñador. Por ejemplo, si admitimos, como algunos lo hacen, la imagen del Sol como un arquetipo de la Conciencia y el Yo de la persona (matizado como arquetipo de Logos de lo Masculino según otros), la aparición de este símbolo en un sueño tendrá mucho que ver con el escenario y dinámica oníricos en el que aparece y también en cómo la persona incorpora (o no) estos elementos en su experiencia vital; o probablemente incluso en ese momento de su vida. 

Por supuesto el matiz será distinto si el soñador es alguien que vive en climas tropicales,  o en ambientes fríos y escasos de luz solar, y así podríamos seguir... .

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Jung destacó en el proceso de individuación la emergencia en el sujeto de un centro de decisión y sentido que está más allá y por encima del ego.  El ego, como centro de la conciencia, debe asumir que él y su función no son la totalidad de psique; pues esta última comprende mucho más, tanto lo consciente como lo inconsciente, en su dimensión individual, como colectiva.  La modestia es imprescindible para que el ego comprenda y asuma este papel no preponderante.

El ego, así entendido, no es más que una herramienta al servicio de un sentido y propósito superior, marcado y dirigido por la función teleológica del Inconsciente (dirección, sentido y propósito hacia la realización completa del sujeto)

El ego, pues, debe permanecer fuerte para prestar su servicio a “ese“ centro superior, pero a la vez flexible para comprender que sus intereses, e incluso objetivos (que fantasea pueden conceder la felicidad al sujeto) no son inamovibles y están sujetos a modificación, incluso sin comprenderlo.

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Y a propósito de esto,  deja que te cuente... un cuento...

Dicen  que un riachuelo, apenas en su nacimiento,  encontró en la falda de la montaña por la que transcurría un enorme desierto. Convencido de que su destino era cruzar el desierto, lo intentó una y otra vez, pero, como era de esperar, sus intentos finalizaban siendo engullidas sus aguas por las arenas infinitas.

- “Hay otra forma de hacerlo”, escuchó un día el riachuelo que, perplejo,  preguntó al viento quién le hablaba.

- “Soy la tierra por la que trascurre tu cauce”,  respondió la voz.

- “¿Tierra, qué tierra?”, respondió extrañado el río convencido de que su esencia era el agua...

- “Puedes dejarte evaporar por el calor del sol, transformarte en nube y dejarte llevar por el viento hasta el final del desierto”.... La voz siguió como si no hubiera escuchado la última pregunta del río.

- “¿Transformarme en nube?”.  “¿Pero qué locura es esta?”.  “¿Con quién estoy hablando?” Preguntó el río.

- “Estoy mucho más cerca de ti de lo que crees y he visto, durante muchos años este proceso",  respondió la voz.

- “¿Cerca de mi?”, se preguntó en silencio el río.... - “Yo no puedo dejar de ser quien soy, si me evaporo perderé mi esencia”

- La voz nada objetó, el silencio era la única respuesta.

- “Está bien” pensó el río, total,  estaba harto de ser engullido una y otra vez por la arena, así que, temeroso pero decidido,  aquietó su actividad, silenció su discurrir esperando, esperando... 

... Y fue en un instante mágico en el que sucedió,  un ligero aturdimiento le envolvió entre vapores y empezó a flotar, y se durmió... y del sueño despertó sin saberlo, viajando a través del aire.... aunque casi nada quedaba ya en su recuerdo de nube,  de cuando fue río...

Y un buen día, un frío intenso se apoderó de la nube, como si un peso le estremeciera y le obligara a caer, caer ... y mientras caía como en un sueño,  una confusión lejanamente recordada la envolvió y empezó a olvidarse de ella misma...

Amaneció como si no existiera el pasado para el río; discurría saltarín y contento por su cauce sin recordar cómo había sido nube, que apenas sabía que había sido río, con las mismas aguas, surcando por las mismas arenas.

Otro río,  que apenas recordaba quién fue una vez, había atravesado las arenas del desierto...

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