sábado, 7 de septiembre de 2013

Enfermedad psicosomática, psicología positiva, el subconsciente y la sombra.

"La salud es vivir en armonía con uno mismo". Hipócrates
Consulta de Coaching y Psicoterapia (Gestalt, PNL, Hipnosis Ericksoniana…) en Sabadell.  
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La OMS ha calculado que la enfermedad psicosomática, se encuentra en el origen del 80% de las actuales enfermedades en Occidente; la llamada psicología positiva hace un especial énfasis en esta realidad obviando no obstante, la realidad de los contenidos alojados en la sombra del  subconsciente personal, cuando no en el inconsciente colectivo.

A la cabeza de estos desequilibrios emocionales y nerviosos varios encontramos el estrés, acompañando o no a la angustia y ansiedad, el insomnio, las fobias y adicciones de todo tipo, sin olvidar, claro está a la depresión

Para comprender y enfrentar mejor esta realidad, hace relativamente pocos años la psiconeuroinmunología,  inició una nueva andadura, uniendo en su cuerpo de conocimiento interdisciplinario  distintas fuentes de inspiración. 

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Algunas causas de estas descompensaciones psicosomáticas, podemos encontrarlas en el ritmo habitual de vida repleto de tensiones y estados de excitación, responsabilidades y  preocupaciones; podemos añadir otros factores como el ruido, la contaminación,  una alimentación empobrecida en nutrientes naturales y rica en grasas y excitantes y el  poco contacto con la Naturaleza. 

Pero hay algo más, las carencias que arrastramos desde niños, no porque nuestros padres nos hayan tenido descuidados, sino por una sencilla falta de saber cómo educar a un niño. Y no se trata solamente de una carencia de habilidades para educar, en realidad, nuestros padres son herederos de unas carencias similares en su educación a la vez que nuestros abuelos y los abuelos de nuestros abuelos y así podríamos remontarnos a los primeros homínidos.

En realidad el mito del pecado original encuentra un reflejo en la falta - del tipo que sea - registrada en el fondo de nuestro subconsciente, que afecta a toda la especie, probablemente desde que la humanidad es humanidad.

Esta sensación de estar en falta, o ser inadecuados, genera gran parte de los problemas de autoestima que están en el origen de muchos de los males emocionales e incluso psicosomáticos en nuestra sociedad. La solución, como casi siempre, la encontraremos en el interior de nuestro ser, no desde alguna receta o panacea exterior, sino en nuestro mundo interno, en la sombra de nuestro subconsciente en la que se alojan no sólo contenidos problemáticos, sino también verdaderos tesoros escondidos. 

Una antigua leyenda dice que los dioses, conocedores como son de los desequilibrios de la humanidad, decidieron esconder la divinidad humana al propio hombre para que no pudiéramos hacer un mal uso de ella. Debatieron durante días y días acerca de posibles lugares ocultos, desde altas cimas de montañas inaccesibles hasta la insondable profundidad de los mares, pasando por las impenetrables selvas. Todos los lugares propuestos les parecieron poco seguros pues sabían que, en algún momento, el hombre exploraría la naturaleza entera ávido de buscar “fuera”... y aquí encontraron la solución... 

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Esconderían dentro del hombre lo que esta rara especie tanto anhelaba. Añadieron una  medida cautelar a ello, el gran tesoro lo ocultarían bajo una capa de mentiras, faltas, culpa y dolor emocional que serían distintos en cada humano, en función de sus características personales, de tal modo que, para llegar al tesoro interno antes deberían enfrentar sus zonas oscuras.
  
Dejaron unas cuantas y sencillas instrucciones, algunas de ellas en los cuentos de niños cuando, por ejemplo, el príncipe deba enfrentar dragones para rescatar su reino o volver con su amada. El dragón de los cuentos de niños, simboliza las dificultades en el sendero del héroe para recuperar su reino interior, su tesoro escondido. Hasta aquí la leyenda.

Leí,  no recuerdo dónde,  que el presidente de la asociación de psicólogos de EEUU afirmó que “el optimismo es la mejor terapia contra las aberraciones de la mente humana”.  Un aserto muy propio de los seguidores de la psicología positiva tan de moda en ese país. Desconozco si se trata de un error de traducción pero no creo que la palabra “aberración” sea la más adecuada para tratar a las zonas dolidas de nuestro psiquismo, más si quien lo hace es un profesional de la salud mental.

Si,  tal y como afirma después, hay que devolverle a la psicología la misión fundamental que es “estudiar el espíritu humano en vez de centrarse en las patologías” (aserto muy en consonancia con la escuela humanista más propia de la tradición europea), deberemos adentrarnos también en esa zona oscura que distinguió Sigmund Freud y ha sido posteriormente investigada por otros estudiosos del alma humana.

La visión del subconsciente desde Freud hasta ahora, ha evolucionado considerablemente, dejando de ser solamente una especie de “vertedero” de las experiencias traumatizantes de nuestra vida, redeifiniéndose además como el lugar de nuestra alma que preside muchísimas posibilidades de evolución como personas y como especie.
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 Antes de ello, la sabiduría de los cuentos nos invita a enfrentar a nuestro dragón, nuestras zonas olvidadas, nuestra sombra. Y no podemos hacerlo con la mentalidad de “combatir el enemigo interior” como algunos pregonan, pues si tratamos de enemigo a algo que es nuestro, estaremos atacándonos a nosotros mismos.

Si realmente queremos vivir "en armonía con nosotros mismos", tal y como dijo Hipócrates, debemos aprender a modificar el rechazo, la censura y el desprecio por las partes olvidadas (nuestras faltas, culpas y carencias internas) para modificarlas por el Amor con mayúsculas, el Amor que invita a la curiosidad, la aceptación y comprensión (no resignación ni dejar hacer) de nuestras partes repudiadas.

No olvidemos que ese rechazo es la fuente de la mayoría de enfermedades de origen psicosomático, no olvidemos tampoco que la distancia hacia nosotros mismos es la misma distancia que nos separa del otro, lo cual acrecienta el dolor y la incomprensión. El camino no es sencillo, comparto algunos postulados de la llamada “psicología positiva”, pero advierto también del peligro de creer que el sendero es, o debe ser,  un camino de rosas y sonrisas edulcoradas.

El dragón incomprendido nos espera, mas en su corazón, late un desesperado anhelo de sentirse acogido y no extraño en su propia casa; un deseo para ser él mismo y poder transmutar el endiablado fuego que escupen sus narices, en un cálido y energético rescoldo. 

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